Publicado el 25.01.2018.6:49 pm
Los próximos tres meses van a definir el rumbo de las próximas décadas de Venezuela; así de dramática es la cosa. Creo que en eso estamos claros casi todos los venezolanos. Ante el llamado a elecciones anticipadas, ¿Qué hacer?, ¿participar o no participar?
La situación es tensa, de mucha presión. Es comparable con la figura fílmica del protagonista que tiene unos pocos segundos para cortar el cable que desactive la bomba. Si se equivoca, la explosión lo mata y acaba con su alrededor. De modo que debe escoger MUY BIEN, que cable debe cortar. Está el cable amarillo y el cable azul; ¿Cuál cortar?, ¿Cómo evitar la mortal explosión? Es demasiada presión, el pulso se acelera, se sienten en la cabeza los latidos del corazón, la frente se llena de perlas de sudor. Hay que respirar profundo, tener la mente clara, y saber que cable cortar, y una vez tomada la decisión, ¡hay que hacerlo con firmeza y sin titubeos!
Hay incertidumbre sobre cuál de los dos cables cortar. Pero hay también una certeza. Si en lugar de uno, se cortan los dos cables, el resultado será fatal.
Ir o no ir al proceso electoral convocado para los próximos tres meses, no es una decisión que deba tomarse a la ligera. Quienes consideran que no debe asistirse, tienen razonados y razonables argumentos, que no pueden ser desoídos. Sin embargo, yo me inclino por cortar el otro cable, que creo, es el que puede evitar el resultado letal. Pienso que hay que participar.
Las condiciones electorales son más que desiguales, y mencionarlas me llevaría demasiado espacio, en eso estamos claros. Sin embargo, hay que convertir el voto, la participación, en una herramienta movilizadora como no la ha logrado ningún liderazgo. Hay que convertir el voto en una expresión de rebelión. Lo que implica que la cosa no es sólo votar, es movilizarse en torno al hecho. Convertir esa jornada en el referendo revocatorio que le fue negado al país.
Particularmente no me siento motivado por ninguna de las figuras de la oposición, pero me moviliza el rechazo al gobierno, y entiendo que por medio de una masiva y organizada participación, puedo hacer algo puntual, con objetivos y sin retórica. Puedo votar, activarme, ayudar, movilizar, ayudar a supervisar que los resultados sean lo que expresó la voluntad del pueblo, (defender los votos pues). Es decir, hay que conectar con el voto, lo que aún no está dibujado en el liderazgo, una participación que motive, emocione y movilice. Es una posibilidad real (que hay que pelear, pero real a fin de cuentas) de cambiar las cosas.
La abstención desmoviliza, y su eficacia política es muy baja, por no decir contraproducente. Allí están los alcaldes electos el 10 de Diciembre; instalados, ¿son ilegítimos?, ¿Funcionó en ese caso la abstención?
En caso que el retiro fuera la decisión: ¿Cómo participo como ciudadano en ella?, ¿eso moviliza?, ¿en torno a qué?, ¿Cuáles son los hechos puntuales en tiempo y espacios en los cuales puedo y debo participar?, ¿esos hechos tienen un impacto resonante que puedan generar cambios?
El otro tema de importancia monumental en la opción de la participación es el de la gobernabilidad. Como ciudadano, votando y organizándome en torno al voto, tengo la posibilidad (no la garantía) en mis manos de hacer algo, que genere cambios; no tedría que sentarme a esperar por la difusa y etérea comunidad internacional. Absteniéndome no veo esa posibilidad.
La movilización puede empezar ya, luchando las condiciones electorales, que deben ser: (entre otras) un cronograma con fechas ciertas de todas las fases previas a la elección, activación de jornadas extraordinarias del Registro Electoral (con atención especial en los consulados), supervisar proceso de formación y acreditación de los miembros de mesa, exigir que los órganos de persecución comunal respeten el radio alrededor de los centros de votación, exigir la publicación de las normas de campaña electoral, abogar por el estricto cumplimiento del Art. 67 de la Constitución, y muchos otros más, para lo que definitivamente, hay que organizarse.
Hay que cortar el cable que corresponde; la pelea es peleando.
Ricardo Ríos Calderón
@riosdefrente