Publicado el 20.03.2018.3:30 pm
Por: Natalia Ríos
En los últimos años he acudido a despedidas de amigos y familiares, mi hermana y su familia, la más dura sin lugar a dudas, luego mis primos; en mi ciudad vivían 7 primos, solo queda uno, sin hablar de los que viven en otras ciudades. De los amigos, ya perdí la cuenta de cuantos se han ido y los que aún quedan acá ya tienen planes para irse, igual sucede con varios de los médicos que uno llama para pedir cita y ya no están.
Muchos de los que se fueron al principio lo hicieron buscando mejorar su calidad de vida, la mayoría de quienes se van hoy, lo hacen para sobrevivir, para no morir acá de hambre o sin medicinas.
Los que están afuera extrañan el país que dejaron atrás, sus casas, sus trabajos, sus familiares y amigos, pero los que nos quedamos extrañamos también a la gente que uno quiere y ya no está.
Cada día son más las personas de la tercera edad que están sin hijos, y por consiguiente sin sus nietos, quienes seguimos aquí nos vamos quedando huérfanos de amigos, de hijos, de primos, de sobrinos, de nietos; extrañamos vivir en el país que teníamos, el que tenía mil defectos y errores, pero que vivía, el país se va paralizando, se siente en ruinas, triste, apagado, todos los espacio se nos hacen ajenos, extraños o incompletos porque no están a quienes queremos.
En el último estudio de opinión realizado por Poder & Estrategia indicaban que 57% de las familias venezolanas tiene 1 o más familiares que se han ido del país, hablamos de hogares separados, de familias que van quedando incompletas, de papas que se van y dejan a los hijos con abuelas o tíos, para poder trabajar y mandar comida. Al drama económico que vivimos, se suma el drama familiar de las separaciones.
La tristeza paraliza y va quitando la fuerza para luchar por lograr cambios, a veces se siente que todo está perdido y que es mejor también irse, sin embargo muchos de quienes se han ido la están pasando tan mal o peor de como estaban acá, no es fácil tomar esa decisión; pero no podemos dejar al país solo y abandonado, y aunque parezca insignificante y hasta poco, el quedarse es una manera de rebelarse.
Si nos quedamos o si estamos afuera no podemos ser indiferentes a la situación de los que están acá y que aun trabajando no tienen para comer y viven una pesadilla diaria pensando en cómo alimentar a su familia, debemos formar redes de apoyo, organizarnos con los vecinos, y amigos, ayudar a quienes sabemos lo necesita, no hablo de dar los que no sobra, sino compartir lo que tenemos, solo de esa manera será posible resistir y comenzar a organizarnos para evitar más huérfanos, y poder poco a poco ir recuperando el país, que tanto los que están afuera como los que nos quedamos extrañamos.