Publicado el 10.01.2018.2:10 pm
Debo comenzar diciendo que el calificativo de ingenuo es uno de los insultos más ofensivos para quienes, de alguna manera, participamos en política (analizándola, opinando o ejerciéndola). Decirle ingenuo a alguien de este mundo, es equivalente a decirle negligente a un médico.
Este oficio, el de la política, está lleno de factores cualitativos que hacen difícil ponderar con precisión ciertos hechos. Y mucho más incierto aún es proyectar el futuro. Por tal motivo, al realizar ciertos análisis, puede uno ser dolorosamente catalogado de ingenuo, pendejo pues, o hasta peor, pueden a uno calificarlo de cómplice.
Está advertencia inicial es para sustentar que, efectivamente, en vista de la insostenible situación nacional, el comienzo de un cambio de rumbo para el país es, sin duda, transitando la ruta electoral; ¿Por qué?
Obviamente, estamos consientes que las condiciones de participación son perversas, muy desiguales, con instituciones que son juez y parte, en una especie de monstruosa fusión entre Estado-Gobierno y Partido creando un adefesio tenebroso. Ejemplos de esto que señalo hay cientos, y uno de los casos más recientes y emblemáticos es el ocurrido en las elecciones Municipales del pasado diciembre, específicamente en el Municipio Simón Planas en el Estado Lara, en el cual ganó un candidato (proveniente de la ANC) del chavismo no psuvista, pero al no tener la venia del PSUV, la ANC simplemente desconoció su triunfo e impuso al candidato del PSUV.
Entonces, ¿cuáles son las opciones?; ante una evidente crisis de liderazgo en todo el abanico político (no sólo en el lado opositor) ¿Quién o que funge de “abeja reina” que aglutine voluntades?, no hay lideres, no hay plan, no se visualiza (hasta ahora) una hoja de ruta para salir del laberinto.
No se puede, por elemental lógica y consistencia, invocar a la democracia, usando herramientas evidentemente autoritarias, impositivas y subyugadoras. Apelar a la vocación y costumbre democrática del voto, esta reiteradamente comprobado, que puede servir muy bien de herramienta movilizadora que activa a las masas; emociona y conecta como no lo hace ningún político. Uno de los ejemplos más claros lo tenemos con lo ocurrido en Diciembre de 2015, o más recientemente el 16 Julio de 2017; cuando en un contexto de violencia de calle que convocaba a muy pocos, se planteó la opción de participación pacífica, y la asistencia fue masiva.
Claro, la participación no basta, sería ingenuo pensarlo, pero debe ser el punto de partida para la movilización masiva de la población venezolana. Ningún líder (ni Chávez en su mejor momento) logró convocar 10 millones de personas a la calle en un día, como si lo ha logrado la sagrada institución del voto. Es, insisto, el punto de partida para salir del laberinto. ¿Cómo defender el voto?, ese es el paso dos (que requiere prepararse adecuadamente). Primero la gestación y luego el parto.
Es elemental viabilidad política. Cualquier otra opción es aventurera, y con muy pocas probabilidades de éxito. Los venezolanos, y la gente en general, no ven la violencia como una opción de solución, no se sienten convocados a una confrontación violenta, y si esta surge, es como consecuencia de esta catastrófica situación que vivimos y/o por el errado cálculo político de algunos actores poco representativos.
Quienes plantean soluciones radicalmente distintas a la electoral, tienen agendas tan opacas como los indicadores que muestra (o deja de mostrar) el Gobierno. Prometen soluciones mágicas sin mostrar la hoja de ruta. A ellos, los invito a que haga un concienzudo y exhaustivo cálculo de viabilidad política, deslastrándose del voluntarismo o del apasionamiento momentáneo, y concluirán que las otras opciones tendrán la longevidad del Carmonazo.
Ricardo Ríos Calderón
Presidente Poder & Estrategia
@riosdefrente