La enfermedad venezolana

Publicado el 15.10.2018.7:30 am

por  *Larry Camacho

La comprensión del presente necesita del conocimiento del pasado, de ese sello de origen que se va forjando en el devenir de la existencia misma, sea humana o no. Como en una película, para entender la trama hay que ver la proyección desde el principio, aun si el guión está basado en una historia de 100 años. Ese siglo puede ser “visto” en la hora y media de duración del filme. Con este símil del cine, podemos ir encontrando el sentido de la historia, entender cómo se instauró el presente que tanto afecta nuestras vidas.

 

Advirtamos también que nuestra capacidad de aprehensión de la realidad siempre será limitada, no podemos conocer la cosa en sí, como dirían los filósofos, aun con las mejores intenciones de un espíritu erudito que aspira a la totalidad. El conocimiento absoluto de cuanto pudo ocurrir para que se produjeran determinados fenómenos, ciclos, acontecimientos, conformación de estructuras, escapa de nuestras posibilidades humanas. Por eso, en una suerte de elipsis, dependemos de retazos para armar, o mejor, para reconstruir el entramado social en su sentido histórico y comprender cómo es que ha llegado hasta donde está la sociedad del presente.

 

Valgan estas disquisiciones para tratar de comprender lo que ocurre en la Venezuela actual. Estamos en la cercanía de un siglo de historia de producción petrolera en el país, oportunidad para comprender cómo pasamos de una economía pre capitalista de carácter agrario a lo que definió el maestro Domingo Maza Zavala, un sub capitalismo venezolano que depende de un capitalismo global. A la par de ello, se consolidó un Estado súper poderoso propietario de una fuente de energía no producida y como tal, a su manera, decidió cómo repartir la riqueza de una manera que terminó siendo ni equitativa ni justa y que generó una dependencia casi absoluta de los gobernantes de turno por parte de todos los sectores de la sociedad. Una riqueza que no es producto del trabajo ni de la acumulación de capital, sino de la venta de un recurso no producido y con la mayor demanda del mercado mundial. Hubo matices, ciertamente, avances en la anhelada siembra del petróleo que tanto dio de qué hablar a Uslar Pietri, pero en sentido general, tenemos como saldo una democracia disminuida y el apuntalamiento de una mentalidad rentista de gobernantes y gobernados que ha determinado el rumbo de un país que no termina de encauzarse hacia el “capitalismo normal”, en el que creen hasta los chinos y los rusos de hoy día.

Pintando un panorama histórico diferente, cabrían preguntas como: ¿Y si no hubiera habido petróleo en el subsuelo estaríamos aún en la fase pre capitalista que definía Maza Zavala?, ¿hubiésemos aprendido que el valor del trabajo es la base de la riqueza?, ¿hubiésemos comprendido que la política no debería estar determinada sólo por la economía?, ¿sabríamos qué es y para qué sirve la democracia?, ¿entenderíamos que un Estado justo no se construye en torno a un caudillo ni un  mesías sino con el concurso de toda una sociedad?

Tengo la impresión de que se equivocaron los economistas que bautizaron al fenómeno de la riqueza petrolera que propicia la importación en desmedro de la industria manufacturera de un país como la enfermedad holandesa. Quizás sería mejor hablar de una enfermedad venezolana, con cuyo diagnóstico comprenderíamos cómo llegamos a la tragedia que nos agobia hoy.


* Periodista e historiador. Instagram @larrycamacho2002