Publicado el 14.11.2016.8:24 pm
“Si no das conmigo al principio, no te desanimes. / Si no me encuentras en un lugar, busca en otro. / En algún sitio te estaré esperando”, nos dijo Walt Whitman, hace ciento sesenta años, en “Hojas de Hierba”, esa inmensidad de poema universal —vigente en estos tiempos de miseria lingüística— cuyo desborde verbal, criticado o alabado, tiene cauce y sólo se encuentra, si uno se lanza y navega, a veces lenta, otras, tormentosamente, en un delta de palabras que nos conduce a través de ríos que pueden ser íntimos o abiertos, a la América visionada por el poeta en sus cantos.
De su mano intento comprender al país que cantara, quien fue llamado el “poeta de la democracia”, por creer de manera jubilosa en la igualdad de todos los hombres y mujeres de América y escribiera tomando la forma de los versículos, para referirse a la enorme alegría de vivir y de amar como se elija hacerlo, convocando las fuerzas de la creación divina, para hacer de su país, una versión del paraíso terrenal, cuya fraternidad y riqueza fuese producto del trabajo de todos.
La realidad muestra que las visiones poéticas, son producto de la experiencia buena o mala que del mundo se tenga o como es el caso de Whitman, de visiones y ensoñaciones, deseos personales y colectivos. Asunto que no desmerece su trascendencia ni valor testimonial, incluso para ayudar a entender unas horas después de las elecciones norteamericanas, el acceso a la presidencia del llamado “país más poderoso del mundo”, de un candidato cuyo conservadurismo, asombra y asusta. Donald Trump, considerado por los analistas un analfabeto político, representa indudablemente, a quienes por serlo también, han votado por él.
“Hojas de Hierba”, fue un canto a una versión del “nuevo mundo” distinta a otras, por cuanto incluía a todos lo que en América, provenientes de cualquier lugar, estuviesen dispuestos a crear riqueza y fraternidad, en una hermandad democrática, que daría espacio y bienes a todos. Ignoraba el poeta del optimismo vital, que el capital tangible o no, puede sacar a la luz, facetas oscuras en la gente y sus naciones y que la democracia —por necesitar siempre de la perfectibilidad— permitiría ejercer el derecho a todos de elegir sus representantes, incluso a quienes no creían en ella.
Asunto éste que ocurre también en países —el nuestro por ejemplo— y continentes nada poderosos, de lo cual dan cuenta los radicalismos, xenofobias, fanatismos, ideologías, discriminaciones, exclusiones religiosas y de género, que conviven en una versión de “pasticho” social y político, un poco más de siglo y medio después y que hoy en los EEUU, incluye la anti política, como un modo de no mirarse sino el ombligo, al plantear cercar sus fronteras como si tratara de un solar, materializando lo que en otro ámbito —el mediático y el educativo— ha funcionado para que una buena porción de sus habitantes, posea niveles de credibilidad e ignorancia, muy llamativos para los estudiosos de la opinión pública.
No es extraño, que ante los problemas económicos actuales, haya ganado quien ofrece soluciones simples e inmediatas, como por ejemplo, la de expulsar a los extranjeros, como si no fuese un país cuyo nacimiento está ligado a la colonización de inmigrantes y la eliminación de su población originaria. Historia desconocida por un grueso sector de la población, cuya escolarización elemental y desconocimiento de la política como ejercicio ciudadano, les convierte en analfabetos funcionales, aunque hayan ido a recintos universitarios o sujetos pasivos de una historia del mundo entregada desde la TV o las salas de cine, en versión hollywoodense.
Su propuesta económica deja fuera los acuerdos económicos y relaciones de un mundo globalizado en donde los EEUU han sido protagonistas. Lo cual, mirándolo bien, es otra forma de crear muros, esta vez, intangibles, que propicien en los ciudadanos, la certeza de ser los buenos del partido y en consecuencia, la necesidad de mantenerse protegidos del “mal” externo, en una versión modernísima de las viejas prédicas protestantes en donde se sataniza el “afuera” como el mal, peligroso y desconocido.
¡Qué lejos queda la visión universalista y cosmogónica de Whitman, a la de Donald! “Yo me celebro, / y cuanto hago mío será tuyo también, / porque no hay átomo en mí que no te pertenezca”.
Marisela Gonzalo Febres
Profesora y escritora
Twitter @palabreandoando