Publicado el 21.02.2018.11:13 pm
Por: Ricardo Ríos Calderón
@riosdefrente
Aquellos días serían analizados de esta manera en el futuro:
Del contexto…
En esa época el Presidente de la República estaba seriamente cuestionado; su aceptación era realmente baja. Tal era el nivel de rechazo que el propio partido de Gobierno (o una buena parte de este) no acompañaba al Presidente; las diferencias eran bastante notables, al punto de evidentes fracturas a lo interno del Gobierno.
La situación social era de gran deterioro y retroceso, la inflación tocaba niveles sin precedentes, esta se convertía en un impuesto regresivo que empobrecía de manera brutal al pueblo, como siempre, afectaba más a los más desposeídos.
De los hechos…
Entonces surgió en la escena una acción armada, bajo un liderazgo; un hombre entrenado por la República, con armas e instrumentos de la República, realiza una acción bélica que causa gran conmoción. La acción que no logró derrocar al Gobierno; fue perpetrada por una figura que no le fue indiferente al país.
Unos lo llamarían héroe y alrededor de su persona formaron un culto; una cuasi religión. Otros lo llamarían traidor; “¡INACEPTABLE, usar las armas de la República para atentar contra ella!” decían indignados y con gran estupor.
Desde el gobierno no se dudó en calificarlo de delincuente; terrorista y traidor. “¡Merece la muerte!” Dijo públicamente alguna autoridad.
Lea y relea los párrafos anteriores, ¿a qué época nos referimos?; ¿de quién hablamos?, ¿De Hugo Chávez?; ¿o de Oscar Pérez? Indudablemente existen grandes semejanzas (y también grandes diferencias).
De la hipocresía…
Cada cual hace sus juicios, y está en su derecho de pensar lo que quiera y de apoyar lo que le parezca de acuerdo a su sistema de valores; pero si decidimos tener la valentía de analizar los hechos con el cerebro (y no con las hormonas), nos daremos cuenta que las semejanzas son inocultables. También las diferencias. Quizá una de las semejanzas más notables es la valoración que se le da al hecho desde quienes, en cada una de las respectivas épocas, administraban el Poder; acompañados de un coro de sectores de la sociedad que apoyan o critican el hecho, de acuerdo a sus antipatías o simpatías (e intereses) hacia el Gobierno de turno.
En ambos casos es notable la visión de tribu, la manera de proceder está justificada si es en contra de la tribu rival, pero es inaceptable si es en contra de mi tribu. ¿Cuándo empezaremos a tener una visión y aceptación del otro?, en esta dinámica se va imponiendo la “primitivización” de la política, el retroceso social y cultural; ¿comenzaremos de nuevo a discutir sobre si el otro es un animal o un ser humano, si tiene o no alma? La sociedad retrocede, al punto que se alzan los “liderazgos” producto de la “voluntad divina”.
A todas las tribus les invito a que analicen la realidad “del otro” a través de sus propios sistemas de valores, o si prefieren la frase bíblica “mídete con el instrumento que mides”, a ver que resulta de tal análisis. El filósofo Karl Popper nos obsequió la “inmanencia crítica” una herramienta para que lo hagamos, y se las dejo como recordatorio y conclusión:
“Una teoría se ataca inmanentemente desde dentro y según sus propios supuestos y presuposiciones, señalando las inconsistencias lógicas dentro de la teoría criticada”